Cuando repetimos patrones negativos de conducta y/o de pensamiento a lo largo del tiempo, pueden llegar a obstaculizar nuestra vida diaria, y verse dañadas las relaciones que establecemos con los demás.
Estos modelos perjudiciales pueden ser representados de las siguientes maneras:
Una visión rígida del mundo
Responder de manera hostil en diversas situaciones
Minimizar las cosas positivas que nos suceden
Tener expectativas poco realistas
Enfocarnos en la queja
Temor para salir de nuestra zona de confort
Es probable, que tener este tipo de reacciones, sea fruto de una herida del pasado que este mal curada.
Lo primero que tenemos que hacer para conocer que nos puede estar impidiendo relacionarnos de una manera más comprensiva con nosotros mismos y con el entorno, es realizar una reflexión acerca de las cosas que más nos molestan en nuestra vida.
Para ello, podríamos realizarnos las siguientes preguntas:
-¿Qué es lo que más me duele en mis relaciones?
-¿Qué es lo que me gustaría cambiar de mí?
Estas preguntas pueden orientarnos a conocer y a darnos cuenta, sobre cuál es la necesidad que se quedó por cubrir, aquella que no fue vista y ahora como adultos podemos darle sentido y buscar una solución.
Para que esto surja efecto, hay que saber escuchar y conocer a nuestro cuerpo:
A nivel emocional: que emociones suelen estar presentes en nuestro día a día.
A nivel físico: si presentamos vitalidad o alguna dolencia.
A nivel relacional: cómo nos comunicamos con los demás ( compañeros de trabajo, familiares o amigos).
Posiblemente hay una versión nuestra que puede estar herida.
Para ello, hay que explorar cuales son las heridas emocionales que nos obstaculizan y saber reconocer qué es lo que necesitamos realmente.