Negar la tristeza, el miedo o el enfado es un mecanismo que muchas veces utilizamos para evitar momentos incómodos, ya sea con los demás o con nosotros mismos. En distintas situaciones recurrimos a la invalidación de nuestras emociones con frases como:
“Ya se me pasará”.
“No ha sido para tanto”.
“Me afectan cosas sin importancia”.
“Me enfado por tonterías”.
“Le doy demasiadas vueltas a las cosas”.
Al censurarnos de esta manera, acumulamos en nuestro interior emociones no expresadas, frustración y estrés que no logramos gestionar de forma adecuada.
¿Cuándo podemos estar reprimiendo nuestras emociones?
Podemos estar reprimiendo nuestras emociones en distintos momentos de la vida. Esto ocurre, por ejemplo, cuando adoptamos una actitud pasiva en una discusión y callamos lo que pensamos; cuando no expresamos nuestras necesidades y las guardamos en silencio; cuando fingimos indiferencia ante un duelo o una separación; cuando evitamos llorar o enfadarnos frente a otros, aun necesitando hacerlo; o cuando cerramos la puerta a hablar de experiencias dolorosas que siguen pesando dentro de nosotros.
¿Qué efectos tiene esto en nuestro cuerpo?
Reprimir o negar emociones no significa que desaparezcan. Cada emoción cumple una función fisiológica, y si no le damos espacio, el cuerpo encuentra la manera de manifestarla. Dolores de cabeza, problemas digestivos, cansancio, insomnio, tensión muscular, acné o mareos son algunos de los síntomas somáticos más frecuentes.
El término somatización se refiere precisamente a esto: cuando el malestar emocional se transforma en síntomas físicos sin que exista una enfermedad orgánica que los explique.
En otras palabras: el cuerpo expresa con dolor lo que la mente no se atreve a decir con palabras.

Muy pero que muy interesante , que bueno es decir o expresar nuestros sentimientos